La crisis económica en Cuba se ha intensificado en 2025, sumiendo al país en una situación de escasez generalizada, apagones prolongados y creciente descontento social. Los cubanos enfrentan dificultades diarias para acceder a alimentos, medicinas y servicios básicos, mientras que la inflación y la depreciación del peso cubano erosionan su poder adquisitivo.
Apagones que oscurecen la vida cotidiana:
Los apagones se han convertido en el “día a día” en la vida de los cubanos. Es penoso decir que cuando la energía sobrepasa 6 horas de las 24 que tiene el día, la alegría invade a los cubanos.

En marzo de 2025, una falla en una subestación eléctrica en Diezmero dejó a gran parte del país sin electricidad, marcando el cuarto apagón masivo en seis meses. Estos cortes afectan no solo la iluminación, sino también la conservación de alimentos, el funcionamiento de hospitales y la conectividad digital.
El sistema eléctrico cubano, basado en plantas termoeléctricas obsoletas y dependiente de combustibles fósiles, cada día enfrenta más dificultades para satisfacer la demanda energética. La escasez de combustible, agravada por la disminución de importaciones de países aliados como Venezuela y Rusia, ha llevado al gobierno a implementar apagones programados y a cerrar escuelas y oficinas no esenciales durante los cortes más severos.
Escasez y colas interminables
La escasez de productos básicos ha llevado a los cubanos a formar largas colas para adquirir alimentos y medicinas. La inflación y la devaluación del peso cubano han reducido el poder adquisitivo de la población, haciendo que incluso los productos disponibles sean inasequibles para muchos.

El gobierno cubano atribuye la crisis a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y a los efectos prolongados de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, expertos señalan que las políticas económicas ineficientes y la falta de reformas estructurales son factores clave en la profundización de la crisis.
La violencia gana terreno en las calles:
A lo largo de los años, Cuba ha sido testigo de un preocupante deterioro del tejido social, reflejado en el aumento de actos delictivos, crímenes pasionales, robos con violencia y una escalada de episodios de agresividad cotidiana que antes eran ajenos a la vida de los cubanos.
Esta pérdida de valores no es un fenómeno aislado, sino la consecuencia directa del recrudecimiento de la miseria, la desesperanza generalizada y la falta de respuestas efectivas por parte de las autoridades. La crisis económica no solo vació las despensas y bolsillos, sino también la moral colectiva.
Cuando las necesidades más básicas dejan de estar cubiertas, la ética se debilita, y muchos terminan adoptando conductas extremas como única vía de supervivencia, cosa que es para nada justificable. En medio de esta realidad, la apatía gubernamental frente al dolor del pueblo ha contribuido a una sensación de abandono, donde la violencia ha comenzado a ocupar el lugar que antes tenía la solidaridad.
Clases Sociales. Abolidas?
Uno de los pilares sobre los que se cimentó la Revolución Cubana fue la eliminación de las clases sociales. Fidel Castro prometió un país donde no existieran diferencias entre ricos y pobres, donde el hijo del campesino tuviera las mismas oportunidades que el del burgués. Sin embargo, más de seis décadas después del triunfo revolucionario, la realidad ha desmentido de forma abrumadora ese ideal. Hoy, las diferencias de clases son más evidentes y dolorosas que nunca. Mientras gran parte del pueblo cubano lucha día a día por un pedazo de pan, una pastilla de medicamento o unas horas de electricidad, existe una élite privilegiada que vive al margen de las penurias, con acceso a lujos, recursos y conexiones impensables para el ciudadano común.
Paradójicamente, esa élite está encabezada por la misma familia que un día prometió acabar con los privilegios: los Castro Ruz. Sus descendientes disfrutan de viajes, residencias privadas, negocios discretamente conectados al poder, y una vida confortable en un país donde la mayoría apenas sobrevive. Las diferencias ya no solo se notan en la calidad de vida, sino en el trato, en las oportunidades y en la impunidad. Los barrios ricos y las zonas turísticas viven otra Cuba: una Cuba de restaurantes en divisas, tiendas llenas, autos modernos y acceso a servicios privados. Del otro lado, el pueblo –el que carga con el peso del sacrificio y las consignas vacías– sobrevive entre apagones, salarios simbólicos y mercados vacíos.

Esta desigualdad se ha vuelto más insultante a medida que la crisis económica se agudiza. El acceso al dólar, al MLC, y a otros mecanismos de supervivencia está condicionado por el lugar social que cada quien ocupa. Quien tiene familia en el extranjero, contactos en el sistema o una posición cercana al poder, puede resolver. Quien no, se hunde. Y así, poco a poco, la promesa de justicia social quedó enterrada bajo capas de privilegios, corrupción y doble moral.
En Cuba ya no se habla de clases sociales como en los libros de historia. Se vive en carne propia: el “igualitarismo” fue reemplazado por una desigualdad maquillada con discursos.
Protestas y represión:
El descontento social ha llevado a manifestaciones en varias ciudades, incluyendo Santiago de Cuba, donde los ciudadanos han salido a las calles exigiendo alimentos y electricidad. Organizaciones de derechos humanos han expresado su preocupación por la situación en la isla.
Human Rights Watch ha documentado la detención de más de 1,000 personas por motivos políticos, incluyendo menores de edad, y ha señalado la falta de garantías procesales para los detenidos.

La situación en Cuba continúa siendo crítica, con una población que enfrenta desafíos diarios para satisfacer sus necesidades básicas. La combinación de factores internos y externos ha llevado al país a una encrucijada que requiere soluciones urgentes y profundas.
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1 comentario sobre "Cuba duele: Inflación descontrolada y oscuridad se intensifican en el 2025"