Joven madre se lanza de un edificio en Camagüey: una tragedia que grita por atención a la salud mental

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El grito silenciado de Lisneisi:

La tarde del viernes cayó con un estremecimiento profundo en el Reparto Montecarlo, Camagüey. Desde el séptimo piso del emblemático edificio de 12 plantas, una joven de apenas 19 años, madre de un niño pequeño, identificada como Lisneisi Pérez Barzaga, tomó la desgarradora decisión de lanzarse al vacío. Su cuerpo quedó tendido en la acera, los vecinos no podían creer lo que acababa de ocurrir: “No entiendo qué pudo pasar”, dijo una vecina con la voz entrecortada.

La triste noticia fue ampliamente divulgada en varias secciones de Facebook, entre ellos la comunidad Cuba Primero:

Foto © Facebook / Cuba Primero

Lisneisi era madre de un niño pequeño, una muchacha conocida por su energía positiva, su generosidad y ese espíritu luchador que muchos en el barrio aún recuerdan con lágrimas en los ojos. “Era muy alegre, siempre estaba ayudando a los demás.

La conmoción no tardó en apoderarse del edificio y sus alrededores. La policía acordonó rápidamente el área y mantuvo restringido el paso mientras se llevaban a cabo las primeras investigaciones. La noticia se esparció por redes sociales, dejando tras de sí un reguero de incredulidad, dolor y muchas preguntas sin respuesta.

Foto © Facebook / Cuba Primero

¿Cómo pudo una joven quitarse la vida lanzándose desde un edificio?

Aunque las autoridades no han revelado detalles oficiales sobre lo que llevó a Lisneisi a tomar esa decisión, su muerte ha vuelto a encender un debate urgente: la salud mental en Cuba, especialmente entre los jóvenes, necesita ser visibilizada, comprendida y atendida con acciones reales.

Foto © Facebook / Cuba Primero

Lisneisi, como tantos otros, pudo haber estado luchando en silencio. En un país donde hablar abiertamente de depresión, ansiedad o pensamientos suicidas sigue siendo un tabú, muchas personas se ven obligadas a cargar con sus batallas internas sin apoyo ni recursos. La falta de espacios seguros para expresarse, la escasez de ayuda profesional accesible y los estigmas que aún pesan como cadenas invisibles, crean un caldo de cultivo peligroso para tragedias como esta.

El impacto de lo sucedido no termina con la pérdida de una vida. Detrás queda un niño huérfano de madre, una familia rota, y una comunidad que hoy se pregunta si pudo haber hecho más.

Más allá del dolor, una responsabilidad colectiva:

Las historias como la de Lisneisi no pueden seguir siendo ignoradas ni normalizadas. Cada vez que un joven toma una decisión tan definitiva, nos está enviando un mensaje que no podemos seguir tapando con silencio o resignación.

Es necesario que se creen campañas de concientización, líneas de ayuda confidenciales y profesionales de salud mental en todas las provincias. También es vital que los centros escolares y comunitarios comiencen a hablar del tema con naturalidad, empatía y sin juicios. No se trata de prevenir el sufrimiento, que forma parte de la vida, sino de evitar que alguien llegue a sentir que no tiene otra salida.

Lisneisi era mucho más que su final. Su historia nos invita a mirar con más atención a quienes tenemos cerca. A preguntar cómo están. A escuchar sin prisas. Y sobre todo, a dejar de tratar la salud mental como algo secundario.

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